Paula Rivera Donoso es una fantasista chilena, una mujer que ha consagrado su vida a escribir, leer y estudiar la literatura de fantasía. Con papers y capítulos de libros publicados, además de ponencias que ella misma ha presentado, se posiciona como una experta en la literatura ligada a la fantasía. Lo que inició como una afición y amor como lectora de novelas de fantasía, jugadora de videojuegos y juegos de rol, evolucionó a ser licenciada de Pedagogía en Lenguaje y Literatura y sacar un Magíster en Literatura y Diplomada en Literatura Infantil y Juvenil.
Dicha experticia, tanto personal como académica, le ha permitido opinar y explicar lo que significa la literatura de fantasía y la literatura infanto-juvenil en sus redes sociales y en sus blogs: Arboloria y Tierra de Fay.
Además, Paula Rivera es escritora y ha publicado la novela La niña que salió en busca del mar en 2013, luego publicó la antología El musgo en las ruinas en 2018 y, ahora, estrena su tercera publicación, una antología de título El idioma de los dragones (2023) y que está disponible gracias a la editorial Trazos de Aves.
Paula amablemente accedió a responder las preguntas de Lee Mujeres:
¿Cómo llegaste a publicar tus obras? ¿Fue un proceso complicado o más sencillo de lo que creías?
Muchísimo más complicado de lo que creía. Antes pensaba que lo que más importaba era escribir una obra literaria más o menos sólida y competente en su propuesta artística, y que eso haría que eventualmente encontrara una editorial que la valorara. Pero la realidad no es así. Importan muchísimos factores extra literarios para publicar una obra: el peso social del autor (capacidad para hacer contactos utilitarios en el medio), su clase socioeconómica, el potencial comercial de la historia, la moda literaria de turno…
En esos otros frentes, yo tengo todas las de perder: soy asocial, pertenezco a una clase media ilustrada y precarizada y no escribo ni me interesa escribir otra cosa que no sea fantasía, ni fantasía desde las tendencias comerciales hoy validadas. Tampoco tengo suficiente dinero como para arriesgarme a pagarle millones de pesos a editoriales de coedición para que me publiquen, como muchos autores de género lamentablemente se ven orillados a hacer.
Lo único que me ha quedado es tratar de pulir cada vez más mi escritura, porque es lo único que realmente depende de mí. Aún tengo la esperanza de que el panorama escampe de cuando en cuando y pueda colar algún manuscrito en una editorial tradicional, como me pasó con mi obra El idioma de los dragones, pero trato de no aferrarme tanto a esa idea porque escapa de mi control.
¿Por qué decidiste escribir fantasía?
Porque había llegado a creer que debía morir y la fantasía, en sus diversas expresiones, fue lo único que me mantuvo con vida y me dio un propósito para continuar con mi existencia. La imaginación siempre me ha dado grandes dichas y esperanzas; lo sigue haciendo ahora.
Con ello quiero decir que, en principio, no fue una decisión verdaderamente racional, sino una suerte de llamada. Ahora, con el paso de los años, entiendo que en mi adolescencia quise entregarme a la fantasía con la esperanza de brindar la misma esperanza y maravilla en los lectores que mis maestros me habían brindado a mí en mis años más oscuros.
¿Qué es para ti la literatura de fantasía y qué ejemplos literarios puedes darnos sobre ella?
La fantasía ha sido objeto de numerosas propuestas de definiciones teorías y estéticas a lo largo del tiempo, a veces incluso contradictorias entre sí. Pero tú me preguntaste qué era la fantasía para mí, así que no incurriré aquí en explicaciones racionales.
Para mí, la fantasía es mi vida y mi destino. Una forma de reconectarme con lo más bello del mundo, que tanto insiste en mostrarnos su cara más miserable. Un espacio de refugio y de consuelo ante los males y tristezas propios de la experiencia humana. La promesa de lo imposible hecho verbo, palabra, historia.
En cuanto a ejemplos literarios, puedo invocar una vez más mi letanía de autores favoritos, que me han enseñado en sus obras diversas formas de belleza en la fantasía: J.R.R Tolkien, Ursula K. Le Guin, C.S. Lewis, George MacDonald, E. Nesbit, Mary de Morgan, Michael Ende, Hans Christian Andersen, Verónica Murguía, Ana María Matute, Liliana Bodoc y Susanna Clarke, entre otros.
¿Qué se necesita para escribir un relato o novela de fantasía?
¡Muchas cosas! Pero son apreciaciones personales, así que no quiero asumir una posición dogmática. Compartiré algunas ideas sueltas que me parecen importantes para escribir un relato o novela de fantasía con ambiciones literarias, aunque finalmente no se cumplan:
Amor por la imaginación. Dedicación prosística. Interés por conocer otras expresiones, pasadas, presentes y futuras, de la fantasía literaria. Interés por leer otras formas de literatura, para enriquecer la propia fantasía con otros modelos narrativos. Visión de la fantasía como arte literario.
¿Cómo ves el hecho de que la mayoría de novelas que son consideradas como fantasía estén catalogadas en el área juvenil y de romance? ¿Crees que hay literatura de fantasía adulta escrita por mujeres?
El problema de la asociación inevitable entre escritura de mujeres y literatura juvenil es muy complicado y tienes raíces sexistas, entre otros factores negativos. En el caso de la fantasía, es aún más complejo porque en las tendencias actuales del género se encuentra la categoría “fantasía romántica”, dirigida ante todo a lectoras juveniles o adultas jóvenes. Lo vemos sobre todo en el escaparte de las librerías de grandes cadenas, donde estos volúmenes ocupan casi todos los espacios asociados a lo juvenil y a la fantasía. Y muchas de sus autoras son muy exitosas y populares: estarían “empoderadas” en su rol de escritoras. Pero yo no valoro a los escritores por la cantidad de fama o dinero que tengan, sino por su propuesta estética.
En lo personal, a mí no me interesa el romance como género, en fantasía o fuera de ella. Sí me interesan algunos vínculos amorosos entre personajes en mis lecturas, pero que no sean el foco de la obra. Mis parejas favoritas en la fantasía son Ged y Tenar, de Terramar, y Faramir y Éowyn, de El Señor de los Anillos. También me interesa la literatura infantil y juvenil, sobre todo la tradición victoriana de los cuentos de hadas literarios.
Obviamente, no creo que haya un problema estético en sí en el romance o en la literatura juvenil en general. El problema es el entendimiento errado de que toda la fantasía es o debe estar enmarcada en el romance juvenil, cuando no es ni tiene por qué ser así. Es solo una expresión más.
Ciertamente, hay fantasía adulta escrita por mujeres. Pero habría que entrar a definir qué se entiende por “adulto” en este contexto. Me gustaría pensar el concepto más allá de las temáticas de sexo y violencia. Pensarlo, por ejemplo, en cuanto a honduras reflexivas o derechamente filosóficas, que quizá aburran a un público infantojuvenil, por tener este su propia forma y lenguaje para pensar el mundo.
Un ejemplo de ese tipo de fantasía, a mi juicio, sería la titánica Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute, que paradójicamente trabaja muchísimo con imaginarios de la infancia.
Otro ejemplo es la tradición de la fantasía pos narniana, que dialoga con el muy adulto tema de tener que abandonar Faërie y lo que pasa después, en nuestro horrible mundo real. El mejor exponente que conozco en esta línea es la fascinante novela Piranesi, de Susanna Clarke.
En suma, hay fantasía adulta, o al menos que se aleja de los constructos habituales del romance juvenil. Pero hay que salir a buscarla más allá de las tendencias y de lo que los poderosos de turno imponen en sus feeds. A veces no es fácil, pero ¿quién dijo que una aventura tenía que serlo?
¿Cómo distinguimos una novela de fantasía pura versus una novela de fantasía que tiene elementos juveniles y románticos, o ya casi son lo mismo?
Bueno, es complejo aducir la existencia de una fantasía “pura”, aunque me encantaría. Entiendo que te refieres a una historia imaginativa que se construya a partir de otros elementos, diferentes al factor juvenil y/o romántico.
Mi respuesta estaría orientada a aquello que tenga que ver con la expresión imaginativa de la obra, con su potencial evocador de maravillas imposibles. Las relaciones sexoafectivas, en sí mismas, no tienen nada que ver con eso. ¿Se pueden plantear desde ese marco? Claro que sí. Pero creo que lo imaginativo tiene que incidir de verdad en el tejido narrativo, no ser apenas un decorado o un atributo de guapura en los personajes, por decir algo.
En esa línea, me encanta el tópico de los enamorados que pertenecen a mundos o naturalezas distintas, antagónicas, y todo lo que surge a partir de esa brecha insalvable. Mis referentes principales son la tradición de Ondina, de Friedrich de la Motte Fouqué, y romances como los de Aragorn y Arwen en El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, o lo planteado por Lord Dunsany entre Álveric y Lirazel en La hija del rey del País de los Elfos. También me encanta la relación entre Geralt y Yennefer, en saga The Witcher de Andrzej Sapkowski. El cuento “Esquirlas de hielo” me parece un melodrama excelente, aunque ahí la fantasía depende más de lo que sabemos de los personajes en otros relatos de la saga.
Lamento no poder mencionar romances queer, pero ahora mismo no recuerdo ninguno en fantasía que me haya gustado. En ciencia ficción sí: Así se pierde la guerra del tiempo, de Amal El-Mohtar y Max Gladstone. Es una novela epistolar tan bella que me gustó a pesar de ser de ciencia ficción.
Sobre lo juvenil en sí, existen muchas discusiones teóricas sobre el concepto. A mí me dan un poco igual como autora y lectora. Con El idioma de los dragones, me preguntan mucho para qué edad está dirigido. He respondido que a partir de doce años, pero una respuesta más honesta sería “y yo qué sé”. No me importa en verdad. La obra está dirigida a personas que aman la fantasía como yo. Claro que puede ser más compleja de leer para un niño pequeño, por su prosa y por ciertos temas más simbólicos y reflexivos, pero si un lector así quiere echarle un vistazo, genial.
Como lectora adulta, yo misma disfruto mucha fantasía juvenil, pero más bien la ya viejita. Grandes clásicos han salido de ese cruce, como la impactante La historia interminable, de Michael Ende, superior en hondura a varias obras rotuladas como adultas. Entre autores juveniles contemporáneos, me interesan propuestas de autoras como Kelly Barnhill o Márgara Averbach.
Creo que le haría bien al lector de fantasía romántica contemporánea escarbar en las tradiciones de la fantasía, porque conceptos como “juvenil” o “romántico” no son en lo absoluto nuevos. Estas obras viejas quizá no gusten tanto en su tratamiento de las relaciones, pero hay mucho material literario en ellas que puede rescatarse para obras futuras y para dialogar con las contemporáneas.
¿Tienes alguna autora referente de estos géneros que te ayude en tu escritura?
Sí, por supuesto. Mi visión como escritora es ante todo genealógica: me debo a mis maestros, como indico en la dedicatoria de El idioma de los dragones. La autora de fantasía más importante para mí es Ursula K. Le Guin, cuyo trabajo literario y ensayístico cambió por completo mi percepción de lo que era ser una Fantasista.
Me gusta como has formulado la pregunta: “que te ayude en tu escritura”. Le Guin, ciertamente, me ha ayudado mucho. A veces me siento muy sola, con muchos cuestionamientos hacia mi particular forma de encarar mi destino literario, un camino muy solitario e ingrato, lleno de frustraciones, humillaciones y agresiones. Pero entonces ahí está ella, la abuela Ursula, hablando con su voz enfática, escribiendo con la aguda ironía y la belleza que la caracterizaban.
Estos versos de su poema “The Writer In, And at, Her Work” reflejan esa experiencia:
“So I took the way that didn’t say.
I followed
myself.
“I don’t care,” I said,
terrified.
“I don’t care if nobody ever reads it!
I’m going this way.”
And I found myself
in the dark forest, in silence.
You maybe have to find yourself,
yourselves,
in the dark forest.
Anyhow, I did then. And still now,
always. At the bad time.”
Estos versos lo son todo para mí, como mujer que escribe fantasía. La muerte de Le Guin me afectó profundamente. Sentí que perdíamos a la última gran autora imaginativa de nuestros tiempos. Lo sigo creyendo. La mayoría de mis maestros Fantasistas están muertos. Y yo me debo a mis muertos, con un nudo de alegría y tristeza. Pero sobre todo de orgullo y esperanza.
Por fortuna, con los años he ido encontrando otras escritoras de fantasía (vivas y muertas) que he amado y que me han enseñado mucho. A varias las mencioné en una pregunta anterior.
De todos tus libros publicados, ¿cuál es tu favorito y por qué?
Diría que es El idioma de los dragones, el más reciente, porque condensa muchas de mis visiones sobre la fantasía que he ido desarrollando en la última década, y porque supone el punto cúlmine (en este momento concreto de mi adultez) de mi trabajo desde el marco de los cuentos de hadas literarios.
Por lo mismo, estoy muy contenta de que haya tenido acogida en Trazos de Aves. El manuscrito y yo lo pasamos muy mal en sus primeros intentos de publicación, así que agradezco que haya podido publicarse finalmente, y en buenas condiciones.
Ahora, mi obra personal favorita en general es inédita; es la que llevo escribiendo de manera interrumpida y accidentada por más de 20 años. Es la obra gracias a la cual no morí. Y se quedará inédita.
Encuentra las obras de Paula Rivera:
- La niña que salió en busca del mar: Disponible solo en formato digital, en mi tienda de Ko-fi (3 USD). Está también disponible en su versión física original en diferentes bibliotecas nacionales.
- El musgo en las ruinas: Disponible solo en formato digital, en Lektu y su tienda de Ko-fi. Esta obra es gratuita.
- El idioma de los dragones: Disponible en la web de Trazos de Aves (físico) y Amazon (ebook). En su web tiene un desglose actualizado de librerías chilenas donde también puede comprarse el libro, sujeto a stock.
- Cuentos en antologías colectivas: Disponibles todos en su página web, gratis. Sólo PDF.
Pingback: Antaño de Paula Rivera Donoso - Lee Mujeres