Un grupo de jóvenes son obligados por el gobierno a participar de un torneo donde deben luchar a muerte durante semanas. El ganador es el último sobreviviente de la masacre que es dada a conocer por toda la nación. Esta medida es tomada como adoctrinamiento y campaña del terror para evitar alzamientos populares.
De seguro pensante en El Juego del Calamar, o algo parecido. Si leíste esta descripción puede que hayas pensando que su antecesora pudo haber sido la novela y película noventera Battle Royale, obra japonesa que es adorada por el director Quentin Tarantino, y si tal vez sabes un poco de historia podrías haber imaginado escenas de gladiadores en Roma… Incluso, si conoces de mitología habrás exclamado que Teseo fue voluntario al laberinto del minotauro para derrotarlo y acabar con la masacre. Bueno, al menos de Battle Royale y del mito de Teseo, nace la obra literaria de Suzanne Collins conocida como Los Juegos del Hambre.
Los Juegos del Hambre (2008) es el primero de la trilogía que se convirtió en bestseller y luego permeó al cine palomitero con sus películas. Logró encandilar al público juvenil, incluyéndome, pues a los catorce o quince años leí por primera vez los libros junto a mi mejor amiga en el Liceo, nos hicimos los peinados de la protagonista y saludábamos elevando los tres dedos centrales de la mano. Faltó que pudiéramos tener la puntería necesaria, y el dinero, para practicar tiro con arco y flecha.
En este primer libro, Suzanne Collins nos presenta que la nación totalitaria de Panem, liderada por el presidente Coriolanus Snow, está organizando la versión número 74 de sus juegos de matanza. Para los juegos se eligen a veinticuatro niños entre los doce y dieciocho años, pertenecientes a doce distritos. Los elegidos son llevados a la arena donde se realizan los Juegos del Hambre y deben matarse entre sí, mientras que el evento es transmitido a todo el país.
La historia empieza cuando Katniss Everdeen, una niña de 16 años que vive en el distrito 12 enfrenta la ceremonia de selección para los juegos en la que su hermanita Prim es elegida. Katniss, asustada de perder a su hermana, se ofrece en su lugar para ir al torneo, lo que llama la atención de la élite de Panem, que vive en el Capitolio, mientras que su acción significa un acto de rebelión para los distritos de la misma manera en que lo hace la insignia del pájaro conocido como Sinsajo que llevó puesto en la arena.
Katniss va al Capitolio para ser parte de los Juegos del Hambre junto a un inesperado compañero, un panadero y pintor llamado Peeta Mellark, que está enamorado de ella y revela sus sentimientos en cadena nacional. Ambos descubren las diferencias de dinero y clase cuando viajan de su distrito a la ciudad, así como deben lidiar con su borracho mentor Haymitch, la asesora Effie y los estilistas Cinna y Portia. Todos ellos deben trabajar con Katniss y Peeta para hacer de ellos no sólo unos guerreros potenciales en el campo de batalla, sino que en todas unas celebridades capaces de ganarse el corazón de la audiencia. Si logran el fanatismo de la gente del Capitolio, pueden logran patrocinadores en el juego y así más posibilidades de sobrevivir.
De esta forma, Katniss y Peeta entran a los juegos como posibles aliados y para las cámaras son los trágicos amantes del distrito más pobre. Mientras el mundo cree que están locamente enamorados, en el interior Katniss busca sobrevivir para regresar con su hermanita y Peeta está resignado a que morirá, pero podrá ser libre de ser un arma del gobierno. ¿Lo lograrán? ¿Podrán confiar Katniss en las intenciones de Peeta? ¿Cómo podrían ser aliados si al final debían pelear entre ellos hasta la muerte?
Los Juegos del Hambre nos trae esta tensión entre la protagonista que es práctica, ágil, arisca y con gran habilidad física con sus flechas, que se contrapone con el dulce, estratégico muchacho que no usa la violencia. Ambos subvierten estereotipos de lo que deberían ser una heroína y su interés romántico, así como aliados y compañeros. Quitando ese detalle, la trama nos recuerda la crudeza de los juegos de supervivencia, la política de la muerte y la violencia simbólica e institucional que genera la pobreza, la represión y las doctrinas de miedo.
Las descripciones y escenas en este libro son simples, fáciles de leer. No tiene mayor decoración ni más mérito del que merece en su redacción y prosa. Si concedo que la trama es interesante, que vuelve a capturar mi atención a años de haber leído el primer tomo y me deja con ganas de seguir con el siguiente hasta terminar la trilogía. ¡Quiero conocer la precuela de la que todo el mundo habla!
Sin embargo, leer Los Juegos del Hambre para pensar en el estado actual (posible futuro) del mundo o el lado oscuro que siempre ha tenido la humanidad puede resultar complicado si es que estás en un período anímico donde lo que menos quieres es estar triste o con anhedonia.
De todos modos, lo que nos gusta de esta historia es el arco y crecimiento de sus personajes, cómo Katniss se vuelve una heroína, y que la trama es una ficción aunque inspirada en otras obras ficcionales y hechos históricos. Si algo sabe Collins es de guerra y violencia, y se posiciona inteligentemente contra ella con sólo su pluma.
Los Juegos del Hambre lo encuentran en todas las librerías del país, gentileza de Penguin Random House.