Por Mina Riffo
Cuando revisamos los libros de las listas de lectura obligatoria en las escuelas, además de encontrarnos con que hay pocas mujeres, también podemos notar que rara vez estos libros están escritos originalmente en español.
Por otro lado, los clásicos contemporáneos como las sagas de Cazadores de Sombras, Harry Potter, Crepúsculo, y trilogías como Divergente, Los Juegos del Hambre, A todos los chicos… o incluso libros auto conclusivos como los de las hermanas Brontë son traducidos desde el inglés, al castellano, por nombrar algunos títulos. Por supuesto, que hay grandes clásicos en español como El Quijote de la Mancha, pero la realidad es que estamos mayormente rodeadas por traducciones de supuestos “Clásicos de la literatura universal” que tienden a ser eurocentristas.
Mencionamos el inglés porque es el idioma preponderante y el que más se enseña alrededor del mundo, su hegemonía por sobre los otros es innegable. ¿Cuántas traducciones desde el chino, japonés, hindi o portugués hemos leído? No muchas, podemos mencionar algunas desde el francés, alemán o ruso, pero también son idiomas de origen europeo.
La experiencia de leer un libro que no fue traducido, de leer las exactas mismas palabras que utilizó quien lo escribió, es totalmente distinta, pues por muy buen trabajo de traducción que se realice hay expresiones, modismos y metáforas que pierden sentido si se les traduce tal cual o incluso, no tienen traducción precisa alguna. Incluso la mención de localidades cercanas, que la historia ocurra en nuestro propio país o muestre realidades propias de la zona, enriquece muchísimo más la vivencia de esa lectura. Estas son solo unas de las muchas razones por las cuales hago una invitación a leer activamente textos escritos en nuestra lengua madre, pues en mi experiencia personal es una sensación y comprensión totalmente distinta, y que no dejaría de recomendar.
Por otro lado, hay un factor sumamente reivindicativo en leer (y escribir) en nuestra propia lengua pues, dejando al español de lado y reconociendo también su hegemonía, no debemos olvidar que América es sumamente rica en diversidad lingüística, elemento que nunca debería pasarse por alto. Contando con cientos de idiomas indígenas a lo largo y ancho del continente (Sí, contemplando las lenguas indígenas en Norteamérica), y con muchas de ellas en peligro de desaparecer o con muy pocos hablantes nativos, podemos considerar el leer y escribir textos en esos idiomas como un acto de resistencia, reivindicación y autoconocimiento. Así que también realizamos la invitación a leer, escribir y difundir textos en idiomas indígenas, pues jamás deberíamos perder ese patrimonio humanitario.
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