Avenida 10 de julio de Nona Fernández

Avenida 10 de julio de Nona Fernández

Por Vania Ramos

La autora chilena Nona Fernández escribe sobre repuestos, niños perdidos y torturados, y la memoria en Avenida 10 de julio, libro que publicó el año 2007 bajo el nombre de Avenida 10 de julio Huamachuco, pero que en su nueva edición acortaron el nombre.

En la edición actualizada de este libro traído por Big Sur Chile, Nona nos cuenta la historia de Juan, un hombre que un día dejó su auto varado en plena avenida, cansado de la rutina, después de renunciar a su trabajo y a toda su vida. Juan se quedó en su casa, habla con su perro y fuma marihuana mientras recuerda su adolescencia en la que fue estudiante y militante en los años ochenta. Por otro lado, conocemos a Greta, una mujer que perdió a su hija en un accidente de furgón y que recorre la Avenida 10 de julio para reponer los pedazos del furgón con trozos de otros vehículos. Juan y Greta tuvieron una historia en conjunto, ambos fueron compañeros de clases y de militancia durante su juventud.

La trama que conocemos mediante Juan nos recuerda la nostalgia de la adolescencia y la rebeldía, de las protestas y la lucha por los derechos, la represión que han vivido miles de estudiantes por toda la historia de Chile. La historia que sabemos por Greta, nos permite reconstruir con diferentes pedazos de vehículos, la violencia, el abuso y la tortura que sufrieron y sufren muchas niñas, niños y adolescentes. Niñas como la hija de Greta, infantes como los que investigó Juan en su reportaje sobre Kinderhaus y Colonia Dignidad antes de dejar su trabajo. Jóvenes, niños, como los que fueron Greta y Juan cuando fueron detenidos junto a sus compañeros El Negro y La Chica Leo, quienes nunca más aparecieron.

Greta se reencuentra con su pasado y la historia de Juan casi por el azar. Juan desaparece después de huir hacia su liceo —que quedaba cerca de su casa—, y antes de que fuera demolido por la empresa que quería sacarlo de su hogar para construir un centro comercial. Juan sólo dejó cartas para Greta además de su uniforme y pañuelo rojo que usó en sus tiempos de colegio. Greta decide esperar y buscar a Juan, hasta dar con su paradero, mientras ella recuerda la pérdida de su hija.

Así, el libro relata esta historia de memoria y de niños perdidos. Juega con la realidad y lo onírico, con los delirios de volver a ver a los seres queridos desaparecidos y fallecidos. Este libro se lee con un nudo en la garganta al sentir el dolor de cada infante mediante la prosa de Nona Fernández. La sensación se mantiene hasta el final, cuando el liceo de Greta y Juan es destruido para dar paso al centro comercial, cuando Greta sabe el destino de Juan, El Negro y La Chica Leo, cuando piensa en los diversos niños y niñas que han sufrido en la pobreza, violencia, abusos sexuales y muchas otras violencias tanto en los ochenta hasta en la actualidad.

Todos estos sucesos, recuentos de vivencias de niños, niñas y adolescentes, recuerda que esta sociedad aniquila poco a poco la memoria, la inocencia, la infancia y adolescencia. Estas se pierden, se obligan a desaparecer, se aniquilan y ocultan en función de una vida centrada en la pérdida de sueños, esperanza, estrés junto con otras heridas invisibles que arrastramos hasta acá.