Todos hemos sido viudos de una serie. Yo lo soy de varias; o al menos guardo luto de lo que pudo haber sido una serie de televisión y no fue ya que en la temporada final cambiaron todo, o, simplemente, no me gustó. Hay miles de razones. Bueno, una de esas series de televisión es Penny Dreadful; cuya trama de ficción estaba ambientada en el Londres victoriano y contaba con los orígenes de personajes clásicos de la literatura y la mitología como el hombre lobo, Drácula, Van Helsing y los Harker, Dorian Gray, Víctor Frankenstein y sus creaciones, además de el enigmático Henry Jekyll.
Francamente ese era un sueño febril gótico, literario y mítico que me dejó con ganas de más después de terminar su emisión. Así que cuando me enteré que existía un libro que tomaba la misma época victoriana y tenía apariciones de personajes que fueron célebres por sus atrocidades o las leyendas que se crearon en torno a ello, pues me vi en la necesidad de leerlo. Pero esa lectura me costó paciencia y el ánimo de seguir avanzando en sus páginas ya que mis propias expectativas me traicionaron con mis deseos de leer algo similar a Penny Dreadful. Ya saben, algo con esos mismos tintes de misterio, horror y sensación de peligro con un buen romance.
Kerri Maniscalco es una de las tantas escritoras que se metieron en la fantasía juvenil para lograr sus sueños de ser llamadas literatas. Maniscalco, que según la biografía poseía amor por las ciencias forenses y las investigaciones decidió escribir una saga donde su joven protagonista Audrey Rose Wadsworth y su fiel enamorado Thomas, perseguían y daban «caza» a criminales de su época como Jack el Destripador, Vlad el Empalador, Houdini y el supuesto primer asesino serial de los Estados Unidos, como si fuera un Penny Dreadful victoriano y criminal. Mezclando ficción y los antecedentes registrados sobre los hechos verídicos, Maniscalco creó su propio mundito de horror y crimen real, pero en ningún momento da una verdadera sensación de peligro. No al menos en su cuarto libro: A la caza del Diablo, el libro que yo leí.
Para mí suerte, A la caza del Diablo me resume, de vez en cuando, los momentos importantes de los tres libros anteriores por lo que no se me hace indispensable leerlos. Eso puede jugar a favor y en contra. A favor porque la historia funciona por sí misma. En contra, porque lo anterior pareciera irrelevante. ¿Quizás tuve que leer los tres libros anteriores? ¿Con más de 300 páginas que se vuelven redundantes con un drama innecesario para que la pareja principal que ya está consolidada tenga absurdos conflictos? No, gracias.
A la caza del Diablo es el cierre de esta tetralogía y nos dice que la protagonista; Audrey Rose, que salió herida de su aventura anterior, está por casarse con su enamorado Thomas (que tiene ascendencia rumana ligada a la familia Drácula. #NoMeImportanLosSpoilers), pero esa boda no llega a concretarse en los primeros capítulos porque primero hay un asesino suelto en Chicago que tiene un modus operandi que se parece al de Jack el Destripador, y segundo porque aparece una tercera en discordia a oponerse en la misma ceremonia como si esta fuera una teleserie de bajo presupuesto. Una tercera en discordia de la que Thomas no tiene interés y sólo está ahí porque el drama de los matrimonios arreglados versus el amor real tenia que estar gastando, digo, rellenando páginas.
Y por si fuera poco ese conflicto que es tan repetitivo en telenovelas se resuelve «tras bambalinas» gracias a la abuela de Audrey y sus contactos con la reina. Olvidé mencionar que los ancestros de Audrey Rose cumplen con los estándares de inclusión racial de Bridgerton, ya que son indios. Y como la abuela vivió en el período en que la India era colonia Inglesa, pues ¡problema romántico resuelto! De todos modos, la abuela es tan sarcástica y astuta como Lady Danbury de la serie. Lástima que aparece poco.
Realmente no debería ser tan dura con este libro, pero quiero que quede claro que esperaba mucho más. Si yo fuera editora de libros; que no lo soy, habría sacado esta niña tercera en discordia y el drama absurdo entre los protagonistas y el resto del clan familiar. Eso habría ahorrado algunas páginas de impresión. O quizás se podría haber mejorado otra trama: la del crimen y el asesino serial, por ejemplo.
A la caza del diablo tiene a un asesino serial matando mujeres en Chicago y a Audrey le trae recuerdos de Jack el Destripador. Ella y Thomas deben dilucidar si acaso el asesino real, aka Jack, sobrevivió a los acontecimientos de los primeros tomos, y si viajó en barquito de Inglaterra a los Estados Unidos. Bueno, resulta que después de investigar Audrey Rose llega al enfrentamiento final con este asesino que en Chicago conocen como El Diablo, pero que en Londres conocieron como Jack el Destripador y que Maniscalco plantea, en su ficción, que ambos son nada más, ni nada menos que H. H. Holmes; el médico que tenía un «castillo de horrores». (En la realidad no hay certeza de que Holmes y Jack El Destripador hayan sido la misma persona).
Audrey Rose se enfrenta con Holmes (no confundir con el de Conan Doyle) y se supone que la hace ver el lado oscuro que ella posee. El cual es inexistente porque ella es la heroína que no mata, pero si lastima y no ve su cabeza confundida por un asesino como Hannibal Lecter si lo hizo con Clarice y Will. Si eso pasaba no había boda con Thomas, no había final feliz y pues la saga se alarga aún más de lo que ya es. Por lo tanto, la sensación real de peligro de que perdamos a la protagonista, al amor de su vida o la sanidad mental nunca estuvo. Algo que si pasa cuando lees una novela policial, criminal o ves un documental de crimen real…
Tampoco es justo que el enfrentamiento sea a un capítulo del final. ¿Dónde está el aftermath? ¿Y qué es esa payasada de que Audrey y Thomas son una pareja retorcida por haberse enamorado mientras diseccionan cadáveres e investigan crímenes? ¡Son forenses! Por favor, no me hagan reír. Eso no es retorcido ni por si acaso. Audrey y Thomas son una pareja adorable que no necesitaba ser convertida en un triángulo amoroso o drama idiota para alargar el romance. Perfectamente pudo haber partido el libro con ellos ya casados, pero no soy la editora.
Y como tampoco soy editora, pero estoy leyendo como si lo fuera (ya, sí, ojalá), pienso que Audrey y Thomas funcionan bien juntos, aunque no por separado. Me costó conectar con ambos y sus historias separadas, y no acepto que me digan que debo leer los tres libros previos para eso. En el caso de Thomas, creo que es el típico galán que lanza frases coquetas y además es investigador, pero la mayoría de sus apariciones son porque es el interés romántico. En el fondo si en eso querías convertir a ese personaje, Kerri Maniscalco, te lo acepto a medias porque hay personajes femeninos que históricamente sólo han sido interés amoroso y nada más. En un afán pseudo justiciero te lo banco, pero mi parte editora y narradora duda porque si querías que me interesara por él además de su coquetería, pues no sé… Haz de él un personaje y no del perrito faldero enamorado.
El problema de esto es que el punto de vista es sólo de la protagonista y con ella no conecto ni por si acaso. Sí, es inteligente, bonita, es el clásico «No es como las otras chicas» porque ella es forense y no sé cómo describir a este personaje. Y ya… Que en este libro Audrey quiere casarse con Thomas, pero le arreglaron el matrimonio con otra fulana que a nadie le importa y además tiene que cazar a este asesino que además le trae recuerdos de su historia familiar pasada donde su hermano Nate fue el villano (lo mismo hizo Cassandra Clare, fíjate) y honestamente no veo otra variante en ese personaje.
Y esto me está agotando. Sí debo confesar que se me ocurrieron otras ideas mientras leía este libro. Si querían un drama: probablemente funcionaba mejor seguir el tropo común de una novela policial como lo es el obsesionarse con cazar al criminal. De inmiscuirse tanto en su mente y llegar a pensar como él que ya parece que tu mente no pareciera la tuya. Audrey Rose podría estar tan obsesiva con encontrar al villano, y Thomas estaría tan preocupado de perder a su amada o que esta sufra por cazar a este criminal, que eso genera un conflicto en su relación de pareja. Sólo por dar un ejemplo. Al mismo tiempo se puede cambiar de época y no altera nada porque la era victoriana es un adorno en estos libros. ¿Gótico? Nada.
De hecho, pensé que había sido una buena idea llevar a estos personajes en un universo alternativo. Los años sesenta y setenta en Estados Unidos son el caldo de cultivo de los asesinos en series. Audrey y Thomas de los setenta podrían estar persiguiendo a El hijo de Sam, Gary Ridgway, la familia Manson y quizás el caso más complicado sería el asesino del Zodíaco. Pero esto no es Hannibal, ni una ucronía como Once Upon A Time In Hollywood donde los personajes den un giro en la historia al enfrentarse con los asesinos ni tampoco fue Penny Dreadful donde me muestre la oscuridad, sordidez, el terror y lo gótico con personajes que fueron creados en la misma época. Tampoco fue algo propio lo suficientemente cautivante para mí. ¿Será que ya estoy vieja para la literatura juvenil? ¿O la literatura juvenil debe tomarse más en serio y meterse de lleno en los géneros literarios y no meter drama adolescente con tintes de un género porque estéticamente se ve bonito?
Sin embargo, si deseas entrar al mundo criminal puedes iniciar por esta saga de libros (disponible en Ediciones Urano Chile) y luego continuar con clásicos de las novelas policiales o las obras de terror con aires góticos.